Relación de Ayuda en la Ortopedia VI – El Príncipe que tenía complejo de Vaca

De Tienda a Consulta
Adela Miguel Carmona
Técnico Superior en Ortoprotésica. Licenciada en Pedagogía Terapéutica
Máster en Terapia Integral y Relación de Ayuda

 

De vuelta ya del período de vacaciones, me siento llena de entusiasmo en retomar las lecturas de los grandes maestros de la Relación de Ayuda, Karkhuff, Rogers, Cormier,… He observado que necesito leer con constancia para mantener en mi conciencia la atención que requiere las habilidades comunicativas de Relación de Ayuda. Hoy estoy repasando un tema de relevante importancia, y con vosotros lo comparto.

El Cliente y sus Problemas

Cormier y Cormier (1991) nos muestran que el profesional de la Relación de Ayuda (y esto es aplicable al ortopédico que se implica desde este paradigma con la persona-paciente) “…debe evaluar primero el punto de vista del cliente sobre los problemas, el tratamiento y los resultados y después ofrecer sugerencias que pueden coincidir con el cliente” (1).

Para poder acompañar de forma efectiva a nuestro cliente-usuario en la comprensión de su problema vinculado a la relación que él establece con su propia situación de enfermedad/patología y a la par con el uso del producto de ortopedia, nos va a ser muy útil la herramienta de “mirar con los ojos de él”.

Si nosotros, como profesionales, observamos el problema del clienteusuario desde nuestra propia forma de ver la realidad y el mundo, estamos utilizando nuestras ideas, nuestras creencias y nuestras emociones para comprender una situación-problema que le está sucediendo a otra persona. Utilizando nuestro “mapa mental” no podemos llegar a comprender la situación del cliente-usuario y por lo tanto no le podemos ayudar a que se relacione con el producto de ortopedia de la forma que le va a permitir mejorar su autonomía personal y calidad de vida.

“Mirar con los ojos del cliente-usuario” la dificultad que está expresando para comprenderla desde su propio mapa mental, desde sus ideas, desde sus creencias, desde sus emociones… manteniéndonos en nuestro centro, como profesionales. Esta es la verdadera cualidad de empatía.

A partir de la comprensión de la forma mental y emocional de cómo el cliente-usuario vive y experimenta la situación-problema, podemos ofrecerle orientación y recursos de ayuda que le faciliten la relación efectiva con el producto de ortopedia y lograr con éxito su mejora de calidad de vida.

Avicenna

El Príncipe que tenía complejo de Vaca

Hace muchos siglos, Avicena, el renombrado médico árabe de la Edad Media, se vio abordado por los amigos de un Príncipe de un reino lejano, que estaba enfermo. Los solicitantes deseaban que Avicena fuera allá a curarlo. Declararon que el Príncipe estaba muy enfermo, que muchos médicos habían sido consultados, pero que todos habían fracasado. Él, Avicena, era su última esperanza.

Cuando el famoso médico escuchó eso, se interesó grandemente y preguntó los síntomas del mal que aquejaba al Príncipe. Los amigos de éste le dijeron que el Príncipe insistía en creer que se había vuelto vaca y, por eso, se había colgado un cencerro, y a todas horas pedía que lo sacrificaran. Avicena accedió a visitar al infortunado Príncipe.

Como el Príncipe era muy querido por todos los súbditos, se había intentado todo lo humanamente posible antes de recurrir a Avicena y se le habían suministrado tratamientos de toda especie: píldoras, pócimas, ungüentos, inhalaciones, ventosas, sangrías, cataplasmas, descanso, ejercicio, alimentos opíparos, ayunos, todo ello sin el menor resultado. El Príncipe, con su cencerro, seguía insistiendo en que era una vaca y, por lo tanto, en que debía ser sacrificado.

Viajes a las más famosas capitales del mundo no habían mejorado el estado del Príncipe. Sus amigos habían empleado los más diversos métodos para ayudarle. Un amigo filósofo había estado quince días con sus quince noches disertando sobre la esencia metafísica del hombre y de la vaca para ayudarle a comprender las diferencias esenciales de ambos.

Alguno lo había encadenado a un diván un mes entero recordando cosas de la infancia, y otros se encerraron con él durante siete días con sus siete noches debatiendo sus ideas irracionales. Pero no lograron resultado alguno.

Por otra parte, las muestras de conmiseración y pena por su triste condición tampoco habían servido de nada: ¡Qué lástima tan bueno como es!, decían algunos; otros se consolaban a sí mismos diciéndose: “es indudable que el Príncipe no es ninguna vaca, él mismo debe saberlo, y si sufre esta manía, no tardará mucho en darse cuenta”. Otros, finalmente, lo habían amenazado con destronarlo si no dejaba de insistir en esa ridícula tontería. Pero el Príncipe se mantuvo firme: era una vaca y debían sacrificarlo. Últimamente, el Príncipe había dejado también de comer, tampoco podía dormir, y tenía una gran ansiedad.

Avicena llegó. Primero trató de comprender al Príncipe tanto como le era posible, escuchando con todo cuidado a todos los que querían hablar con él, y eran muchos los que querían hacerlo. Luego, trató de comprender al Príncipe escuchándolo a él, pero como todo lo que éste decía era “muuuu”, tal cosa no sirvió de nada. Luego, tan enfáticamente como él sabía, trató de comprender con el Príncipe ese su mundo extraño interior. Cuando ya le parecía tener reunidos todos los datos, Avicena le dijo al Príncipe:

”Perfectamente; comprendo ahora que sois una vaca y que habrá que sacrificaros. Pero estáis tan delgado, mi Príncipe, que primero debemos engordaros un poquito”.

Cuando el Príncipe oyó hablar así a Avicena, sintió una gran alegría, porque al fin alguien lo había comprendido; por eso, empezó a comer algo, cosa que casi no hacía en los últimos meses, y a gozar poco a poco de sus comidas.

También perdió algo de su ansiedad: comenzó a tomar fuerzas y mejoró su aspecto. También recuperó y normalizó su sueño: alguna noche, incluso lo vieron ir en busca de su esposa favorita sin el cencerro puesto. Y así, poco a poco, gradualmente, fue recobrando la alegría de vivir y se le fue olvidando el cencerro y su obsesión de sentirse vaca, con gran contento de su pueblo (2).
—–
(1) Cornier y Cornier, op. cit.,p.645
(2) Madrid Soriano, Jesús (2005), Los procesos de la Relación de Ayuda. Biblioteca de Psicología. Desclée de Brouwer. Bilbao.

Publicado en Artículos de Ortopedia #8 – 3r trimestre 2015

Más información:

relaciondeayudayortopedia.blogspot.com.es

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